4 de noviembre de 2011

Tanto te quise besar, que me duelen los lavios.

Parece de idiotas, después de meses sin verle, mirar a un chico cualquiera y decir, es él.
Sin ni siquiera verle la cara, solo con verle de espaldas, a diez metros de distancia. Y simplemente saberlo.
Y sentir la aceleración de tu pulso. Y ponerte nerviosa, y sentir casi lo mismo que cuando lo viste por primera vez en aquella plaza. Se te viene ese momento a la cabeza, y ves su pelo de punta, y su jersey a rayas.
Y entonces te das cuenta de todo lo que ha pasado desde entonces. Y que ya nada es igual. Que él es mismo, ni tú la misma. Pero te gustaría revovinar el tiempo, solo un poco, y que nada de eso importase. Pero ahí estáis, uno a cada lado de la calle, mirándoos a los ojos, y pensando, ¿estará pensando lo mismo que yo?


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