17 de julio de 2012

Conocía sus sonrisas.
En la película el "chico de tu vida" hablan de 6 sonrisas.
Yo le distinguia más de 10.

Es curioso, cuando compartes tiempo con alguien, conoces sus gestos. Eso de: una mirada vale más que mil palabras. No se refiere solo a las miradas.
El sonreia cuando me veía sonreir. Es raro, pero me encantaba.
Con el tiempo descifré sus manias y sus gestos, y él los mios.
Llegó un momento en el que nos entendíamos mejor por gestos.

Si apartaba la vista, la conversación le incomodaba.
Si la bajaba, es que, lo que me estaba contando era díficil para él. Significaba que no se lo sólia contar a la gente. Me hacía sentir especial cuando eso ocurría. Sentirme improtante para él.
Si me miraba a los ojos, hablaba totalmente enserio.
Si la sonrisa era torcida, lo que decía era cierto, pero temía molestarme.
Cuando escondía sonrisas, o miraba por el rabillo del ojo, estaba claro que estaba pensando mal, o que iba a soltar alguna burrada.
Si se enfadaba de verdad, apartaba la mirada completamente.
Si era un enfado tonto, tardaba tres segundos exactos en volver al ataque.
Si se humedecía los labios, es que iba a besarme,
y si se los mordía era que esperaba un beso mio.
Cuando tenía un buen día, le brillaban los ojos.
Pero si el brillo era exagerado, era mejor dejarle espacio.
Si tenía frio, se le ponían las orejas rojas.

Estos son solo algunos ejemplos. Llegué a entender sus caricias, y sus suspiros. Y creo que alguien que haya vivido eso, comprenderá que son cosas que no se pueden explicar con palabras.

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