Aunque los ignores, siguen ahí. Y de vez en cuando, cuando menos te lo esperas, uno aparece en forma de sonrisa, y te amarga a la vez que te crea una extraña sensación en el pecho.
Puede que algún día, el tren que dejamos escapar, o que perdimos, vuelva. Pero esta vez quizá tampoco se quede.
Y si duele perderlo una vez, no hablemos de esta segunda.
Igual no has perdido el tren. Sino que ese tren, no es el que tenías que cojer.
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