13 de marzo de 2012

Y apareciste como de la nada, dando la vuelta a todo lo que yo conocía.
Lo bueno dejó de ser bueno, y se volvió insuperable. Y las cosas malas, de pronto, se acían de un sabor agridulce que enganchaba. Desaparecieron los días tristes. Tú los cambiaste por sonrisas, y por momentos que ahora viven en mi memoria. Y yo acambio te di mil besos.
Apareciste sin que nadie te llamara, en el peor momento, que luego resultó ser el mejor.
Apareciste con un jersey azul, con una sonrisa perfecta, perfecta para mi. Parecías hecho a mi medida, a veces pensaba que en algún momento te girarías y vería en tu espalda colgada una etiqueta con tu precio. Pero resulto, que no tenías precio, y de averlo tenído, ni en ocho vidas lo hubiera podido pagar.
Teníamos un trato: desgastarnos la piel a caricias, tantas que nuestras huellas dactilares se quedaran tatuadas en la piel del otro. Pero las tuyas se han ido borrado de mi piel. Y dudo que las mias hayan tenído un final mejor. Las tardes entre sabanas, escuchando los latidos de tu corazón y viendote dormir, han pasado a ser recuerdos que suenan en mi habitación, cuando más te echo de menos, que por otro lado suele ser cuando menos lo intento. Pasar página contigo, me resulta demasiado complicado. Escribí demasiado fuerte tu nombre en las anteriores, y cada vez que sigo escribiendo aparecen marcas en la hoja. Me recuerdan a las cicatrices que siento a veces por dentro. Esas que escuecen cuando arranco una hoja del calendario. Un día más sin ti.
Apareciste un día lluvioso con le pelo alborotado.
Y desde entonces, no he podído dejar de escribir sobre ti. 


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